Part I
To begin our second week in Merida, together we paid a visit to Dasha’s to see how things were advancing with Sr. Calabaza. The main engine block was in pieces inside the workshop while the rest of it was still in Calabaza’s backseat. We also saw the “new” old seats had not been delivered to replace our older ones. However, the windshield wiper was in and working and Plinio had wrapped up the previous week by installing new seatbelts. Our mission was to remain active on the scene to help move the process along. We began by driving over to another shop to see about the seats.
Primera parte
Comenzando nuestra segunda semana en Mérida, fuimos juntos al taller de Dasha para ver cómo iba progresando el trabajo en el Sr. Calabaza. El motor ya rectificado se encontraba desarmado en un banco de trabajo mientras las otras partes estaban en el asiento de atrás del safari. También vimos que no habían llegado nuestros asientos “nuevos” (mas bien, menos amolados) para reemplazar a los asientos un poco más viejos que traía. Sin embargo, el limpia brisas funcionaba a todo dar finalmente y Plinio había pasado un tiempo la semana anterior reemplazando los cinturones de seguridad. Nuestra misión ahora, era mantenernos activos y cerca de los mecánicos para presionarlos y ayudar un poco en lo que se pudiera o se ofreciera. Primero que nada, fuimos a otro taller para averiguar que había pasado con los asientos que estábamos esperando.
Turning onto the street where Bugorama is located I was immediately struck by a number of VW bugs in different states of disarray. There in the entrance sat our “new” front seats. Though they definitely had more cushion, Plinio was not joking when he said they needed new covers (or rather, needed to be rebuilt). We put one in the trunk and the other on the back seat before heading back to Dasha’s. Once there, we both busied ourselves with stripping the covers off of the other seats to see if we could salvage them enough to put on the “new” ones.
One of Dasha’s mechanics, Pablo, brought in two welders who worked on removing the bases where the seats had been installed in order to make way for the new ones. Having successfully removed the seat covers from the older set, we squeezed them onto the new seats and finally had the “new” seats installed. Before leaving, the welders sparked up their torch one final time and added extra bolts to ensure the seatbelts had two secure points.
Un ayudante de Dasha, Pablo, fue a traer dos soldadores que llegaron a quitar las bases anteriores de los asientos para dejar espacio para las nuevas bases y los nuevos asientos viejos. Tuvimos éxito en quitar los cubreasientos del juego más viejo y de alguna forma pudimos ponerlos a los otros hasta que finalmente quedaron instalados los “nuevos” asientos. Antes de irse los soldadores volvieron a prender su acetileno, para colocar en el cuadro, unas tuercas extras para que los cinturones de seguridad tengan dos puntos de amarre.
Hearing the motor run, and after having installed direction joints and putting together the suspension and front brakes, the mechanics ordered pizza in order to continue working into the night. We left Sr. Calabaza once again – yet this time with the two front wheels in place, the engine installed and purring and working turn signals. Exhausted and with a thin layer of grease caked on our clothing, under our fingernails, and basically encasing our bodies, we made our way home once more, stopping off for a dinner of panuchos, poc-chuc (pork) tacos, and a banana leaf wrapped tamale at Susana’s near the house. At home we showered and collapsed into bed.
To begin our second week in Merida, together we paid a visit to Dasha’s to see how things were advancing with Sr. Calabaza. The main engine block was in pieces inside the workshop while the rest of it was still in Calabaza’s backseat. We also saw the “new” old seats had not been delivered to replace our older ones. However, the windshield wiper was in and working and Plinio had wrapped up the previous week by installing new seatbelts. Our mission was to remain active on the scene to help move the process along. We began by driving over to another shop to see about the seats.
Primera parte
Comenzando nuestra segunda semana en Mérida, fuimos juntos al taller de Dasha para ver cómo iba progresando el trabajo en el Sr. Calabaza. El motor ya rectificado se encontraba desarmado en un banco de trabajo mientras las otras partes estaban en el asiento de atrás del safari. También vimos que no habían llegado nuestros asientos “nuevos” (mas bien, menos amolados) para reemplazar a los asientos un poco más viejos que traía. Sin embargo, el limpia brisas funcionaba a todo dar finalmente y Plinio había pasado un tiempo la semana anterior reemplazando los cinturones de seguridad. Nuestra misión ahora, era mantenernos activos y cerca de los mecánicos para presionarlos y ayudar un poco en lo que se pudiera o se ofreciera. Primero que nada, fuimos a otro taller para averiguar que había pasado con los asientos que estábamos esperando.
Turning onto the street where Bugorama is located I was immediately struck by a number of VW bugs in different states of disarray. There in the entrance sat our “new” front seats. Though they definitely had more cushion, Plinio was not joking when he said they needed new covers (or rather, needed to be rebuilt). We put one in the trunk and the other on the back seat before heading back to Dasha’s. Once there, we both busied ourselves with stripping the covers off of the other seats to see if we could salvage them enough to put on the “new” ones.
Los "nuevos" asientos - Our new old seats |
En la esquina donde se encuentra Bugorama me impactó inmediatamente ver una variedad de vochitos en diferentes estados de arreglo. Allí en la entrada estaban nuestros asientos “nuevos.” Aunque definitivamente tenían más vida y cojín, Plinio tenía toda la razón cuando decía que los íbamos a tener que tapizar o algo (mas bien reconstruir). Echamos un asiento a la cajuela, y el otro dentro del coche y regresamos al taller de Dasha. Ya estando allí, nos ocupábamos en quitar los cubreasientos de los viejos para ver si los pudiéramos utilizar para los “nuevos” viejos.
One of Dasha’s mechanics, Pablo, brought in two welders who worked on removing the bases where the seats had been installed in order to make way for the new ones. Having successfully removed the seat covers from the older set, we squeezed them onto the new seats and finally had the “new” seats installed. Before leaving, the welders sparked up their torch one final time and added extra bolts to ensure the seatbelts had two secure points.
Un ayudante de Dasha, Pablo, fue a traer dos soldadores que llegaron a quitar las bases anteriores de los asientos para dejar espacio para las nuevas bases y los nuevos asientos viejos. Tuvimos éxito en quitar los cubreasientos del juego más viejo y de alguna forma pudimos ponerlos a los otros hasta que finalmente quedaron instalados los “nuevos” asientos. Antes de irse los soldadores volvieron a prender su acetileno, para colocar en el cuadro, unas tuercas extras para que los cinturones de seguridad tengan dos puntos de amarre.
Back inside the shop, Dasha’s apprentice mechanic Benjamin (better known as El Morro) was busy cleaning and washing engine parts with diesel and then carefully putting them into place. El Morro hung metal pieces and put together the crankshaft with its tie struts and pistons, installing rings under Dasha’s supervision. Monday, it appeared, was also everyone’s favorite day to bring in their car for work; this, and with a few extra visitors stepping in and out of the shop we barely saw Dasha as he ran to and fro. The afternoon was marching on and rainclouds were once again heading our way. Having done just about all we could do for the day we left and went to compare new muffler prices just as buckets of rain began to fall. Before heading home, we stopped by Dasha’s one last time and were glad to see the rain had moved everyone inside to work on the engine.
Dentro del taller, el joven mecánico Benjamín (mejor conocido como el morro) se ocupaba en limpiar y lavar diferentes partes del motor con diesel y luego montarlos en su lugar. El Morro colocó metales y armo el cigüeñal con sus bielas y pistones, instaló anillos bajo la supervisión de Dasha. Los lunes, por lo menos así parece, resulta que también es el día preferido de la gente para traer sus vehículos al taller; esto, y con unas visitas que iban y venían, casi ni vimos a Dasha mientras iba corriendo de un lado a otro. La tarde ya se hacía larga y nuevamente había nubes formándose y acercándose a nosotros. Ya terminando todo el trabajo que nosotros realmente pudiéramos hacer antes de irnos, salimos para ir a comparar precios de mofles justo en el momento que empezaban a caer los cubetazos del cielo. Antes de dirigirnos por fin hacía la casa, nos paramos una última vez en el taller de Dasha y nos agradó ver que con la lluvia todos buscaron refugio en el área cubierta y seguían trabajando en el motor.
After the rain brought a welcome breath of fresh air, that evening Plinio went back to Dasha’s to check on Sr. Calabaza as well as on the mechanics who were easily distracted with every woman passing by.
Después de que la lluvia había traído cierto aire fresco a la ciudad, por la tarde Plinio regresó al taller para echarle un ojo al Sr. Calabaza otra vez y a los mecánicos que se distraían con cada chava que pasaba.
Segunda parte
En el siguiente día, nuestras lecciones en paciencia continuaron, el compromiso de Dasha, era dedicarse exclusivamente en el Sr. Calabaza, y dejar pendientes sus otras entregas, tanto Benjamín como Pablo se pusieron a chambear. El reto del día era tener el Sr. Calabaza listo, o casi listo, para empezar a pensar en nuestra salida de Mérida. Aunque diferentes vehículos llegaban al taller buscando unos cuantos arreglos, y también pasaron unas visitas (todas las novias de Dasha) Dasha se dedicó arduamente al trabajo del Sr. Calabaza durante el día.
Part II
The next day, our lessons in patience continued. Dasha was committed to work exclusively on Sr. Calabaza while leaving other work on hold; in addition, both Benjamin and Pablo were determined to get the engine installed. Overall, the goal was to have Sr. Calabaza about ready, if not ready, to begin thinking about departing Merida. Though different cars rolled into the shop for odds and ends, and a couple visitors stopped by (or rather, Dasha’s various girlfriends), Dasha was hands on for most of the day.
Plinio y yo también echamos un día laboral de 13 horas en el taller, él enfocándose en el sistema eléctrico, focos, direccionales, caja de fusibles así como en el volante, y yo dando vueltas entre el Sr. Calabaza estacionado debajo de un techito y el área del trabajo del taller donde el motor continuaba de tomar forma. Mientras iba subiendo la temperatura, mis vueltas empezaban a incluir unas paradas en la tiendita y tortillería “El Crucero” al lado del taller. La máquina que sacaba las tortillas era un poco más chica a otras que había visto en supermercados y otras tortillerías en el país, y de alguna forma me hacía pensar en un vochito. Bugorama ya me había conquistado y empezaba a ver vochos por todos lados!
Plinio and I also put in about a 13 hour day at the shop, he focusing on the electric system, lights, turn signals and the steering wheel block, I doing laps between Sr. Calabaza’s spot parked under a tarp and the inside of the shop where the engine continued to take form. As the heat grew more intense I made various visits to El Crucero, a small convenience and tortilla shop located next to Dasha’s. The tortilla machine itself was much smaller than ones I had seen in supermarkets and tortillerías across Mexico, and kind of reminded me of a VW bug to be honest.
Bugorama had taken over and I was beginning to see vochos everywhere I turned!
Bugorama had taken over and I was beginning to see vochos everywhere I turned!
Milagrosamente este día no llovió y para cuando empezó a salir la luna llena arriba de las Tortas y Panuchos Yoselín al otro lado de la calle, el motor ya estaba instalado y empezando a dar los primeros sonidos de vida. Con un par de arreglos más, incluyendo lo de reinstalar la bobina anterior debido a que la nueva no funcionó, y reemplazar el carburador por completo, Sr. Calabaza volvió a la vida! Así es, después de todo el dia de talacha, el motor arrancó sin el menor problema, y por fín, nuestra presión de aceite, que había estado en solo 5 libras cuando llegábamos de Akumal, ya marcaba 50 libras con el motor encendido, el ruido era ensordecedor, ya que el escape estaba abierto, porque le tuvieron que cortar unos tubos viejos que no salían, cuando quitaron el motor.
Miraculously, there was no rainstorm that day and by the time the full moon rose over Yoselin’s Tortas and Panuchos across the street the engine was installed and beginning to sputter to life. With a couple more fixes, including reinstalling the former ignition coil given that the new one did not work, and replacing the carburetor, Sr. Calabaza came back to life! Indeed, after an entire day of toiling over Sr. Calabaza, the engine started up without a problem and our oil pressure, which had only been 5 lbs. when we arrived from Akumal, was registering 50 lbs. with the motor running. Admittedly the sound was a bit deafening given the muffler was open as they had to cut off some old pipes when first removing the engine.
Escuchando el motor encendido, y después de haber montado rotulas de dirección y armar la suspensión y frenos delanteros, los mecánicos pidieron una pizza para seguir trabajando un rato mas, nosotros nos despedimos del Sr. Calabaza de nuevo – pero esta vez ya con las llantas delanteras instaladas, el motor ronroneando, y las direccionales funcionando. Agotadísimos y con una capa fina de aceite y grasa en toda nuestra ropa, así como bajo nuestras uñas y básicamente cubriendo todo la piel, regresamos a la casa – aunque primero pasamos a cenar panuchos, tacos de poc chuc y un tamal envuelto en hoja de plátano en Susana’s. Ya de regreso en la casa, nos bañamos y caímos como bultos en la cama.
Hearing the motor run, and after having installed direction joints and putting together the suspension and front brakes, the mechanics ordered pizza in order to continue working into the night. We left Sr. Calabaza once again – yet this time with the two front wheels in place, the engine installed and purring and working turn signals. Exhausted and with a thin layer of grease caked on our clothing, under our fingernails, and basically encasing our bodies, we made our way home once more, stopping off for a dinner of panuchos, poc-chuc (pork) tacos, and a banana leaf wrapped tamale at Susana’s near the house. At home we showered and collapsed into bed.
Gentlemen (and lady)... Start your engines...
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